Las cosas comienzan a fluir.

Entonces despierto, mi cuerpo se quiere mover al ritmo de cierta canción. Se desvanece un poco el pensamiento a cerca del sueño que tuve y decido disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, como esas conversaciones que tengo con mamá cuando me levanto, mientras tomamos café.  Siempre me lo sirve como me gusta, yo lo llamo la dosis perfecta de amor: Media taza de café guayoyo con  dos cucharadas de azúcar.
No sé, son esos detalles que me hacen explotar de amor. Hace unos días le estaba hablando de mi vida y me dijo algo que jamás podré olvidar: Ahora eres esa persona que siempre quise que fueras.
A estas alturas de mi vida ya ni siquiera me emocionó, sólo me generó cierto tipo de satisfacción y me di cuenta de que maduré, porque hace unos años buscaba desesperadamente su aprobación e incluso hasta hace medio año lloré porque sentía que jamás era suficiente. Es real eso de que cuando eres realmente tú mismo, las cosas comienzan a fluir.



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